¿Cuántas veces habrás oído hablar sobre el azúcar y las dietas anticáncer? Vamos a desmitificar 2 de los mitos más comunes relacionados con la alimentación y el cáncer.
El cáncer se alimenta de “azúcar”
Decir esto supone simplificar un proceso fisiológico muy complejo. ¿Es esto cierto? Sí y no.
Las células cancerígenas se alimentan de todo, azúcar incluido. Estas células son verdaderamente buenas obteniendo nutrientes, de hecho, las células cancerígenas pueden generar sus propios vasos sanguíneos para aumentar el aporte de nutrientes. Este proceso se llama angiogénesis.
Por lo tanto, si decides dejar de consumir carbohidratos y el cuerpo los deja de utilizar como sustrato para obtener energía, las células cancerígenas sacarán los nutrientes de otra parte (reservas de grasa y músculo) para seguir creciendo. Además, hay que tener en cuenta que la restricción también puede afectar psicológica y emocionalmente.
Conclusión: aliméntate de manera eficiente (proteínas y grasas de calidad, carbohidratos integrales, fruta y verdura) para poder prevenir, combatir los efectos del cáncer y de los tratamientos y atajar la desnutrición. Erradicar los carbohidratos por completo no va a tener un gran impacto sobre el crecimiento tumoral, pero quizá sí sobre tu salud mental.
Hay que seguir una dieta “anticáncer”
¿Cuántas veces te habrás preguntado esto? La respuesta es rotunda: NO.
No existe ninguna dieta ni ningún tipo de suplemento que cure el cáncer. Absolutamente ninguna dieta sustituye los tratamientos convencionales (quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia etc.)
Lo que sí existe es un tratamiento nutricional pautado siempre por una dietista-nutricionista especializada para prevenir la desnutrición, paliar los efectos secundarios del cáncer y sus tratamientos y prevenir la recurrencia. Las pautas dietéticas han de ser individualizadas, atendiendo a las necesidades del paciente, tipo de tratamiento y sintomatología.
Abordar un proceso oncológico siempre debería hacerse desde el ámbito multidisciplinar en cada centro de salud y hospital.
Desafortunadamente, esto sigue siendo una utopía en España. No tener acceso a un dietista-nutricionista en la sanidad pública supone que los pacientes sigan alimentándose de mitos, supone una sanidad desnutrida.